Desde que se aprobó la LOMLOE se sabía que la selectividad tenía que cambiar. La tradicional prueba que los estudiantes realizan al finalizar el Bachillerato y cuyo resultado condiciona su futuro universitario se adaptará en los próximos años a esa nueva forma de enseñar y aprender, a los nuevos currículos y al nuevo sistema de evaluación que defiende la nueva ley: básicamente, el trabajo competencial.
Actualmente, los alumnos hacen entre seis y nueve exámenes en total, entre la fase general y la fase voluntaria. Son cuatro pruebas generales obligatorias (tres comunes y una de modalidad), así como la de lengua cooficial, que en Cataluña es obligatoria. Además, los alumnos pueden hacer en la fase específica entre dos y cuatro exámenes para subir nota, aunque lo normal es que hagan dos.
Por partes. Para empezar, la EBAU seguirá teniendo un peso del 40% en la calificación final para el acceso a la Universidad. El 60%, como hasta ahora, dependerá del expediente de Bachillerato. Además, la prueba definitiva, con todas las novedades, no se implantará hasta el curso 2026-2017.
Hasta entonces habrá una fase transitoria, algo así como un modelo 'híbrido' que irá ajustándose a las nuevas exigencias, para que haya un «margen temporal de adaptación» para toda la comunidad educativa. La fase transitoria arrancará en el curso 2023-24, por lo que los alumnos que en septiembre empiezan segundo de Bachillerato aún se enfrentarán al modelo conocido de selectividad.
El nuevo diseño prevé una implantación gradual del nuevo examen.
Un modelo que, en la fase de acceso, consta de tres pruebas de materias comunes de segundo de Bachillerato (Lengua castellana y Literatura, Historia de España, Idioma Extranjero y, en su caso, lengua cooficial). Cada una vale el 20% en la nota final, excepto donde hay lengua cooficial, que es el 16,6%. Además, hay un examen de la materia obligatoria de la modalidad de Bachiller elegida, que puntúa un 40% (un 33,2% donde hay segunda lengua). En cuanto a la fase de admisión, se puede realizar hasta un máximo de cuatro exámenes entre las materias de modalidad, además de Historia de la Filosofía.
En la fase de transición, las tres pruebas de materias comunes pasarán a ser dos, de Historia de la Filosofía e Historia de España, con un 25% del peso cada una. Una segunda prueba de la materia obligatoria de modalidad, que puntuará también un 25%. Y una prueba general de madurez académica que integrará destrezas de las materias comunes: Lengua, Inglés y, en su caso, lengua cooficial. Puntuará, como el resto, un 25%. Se mantendrá la fase de admisión, con un máximo de dos ejercicios de materias de modalidad.
En 2026 llegará la nueva EBAU definitiva. Será ahí cuando la prueba general de madurez alcance toda la importancia: integrará las destrezas de las materias comunes de segundo (Historia de la Filosofía, Historia de España, Lengua castellana y literatura, idioma extranjero y, en su caso, lengua cooficial). Valdrá un 75% de la nota, completada con una segunda prueba de la materia obligatoria de la modalidad.
Se mantiene la fase de admisión, con un máximo de dos ejercicios tanto de las materias de modalidad como comunes.
La nueva Selectividad será más fácil. El Gobierno ha reducido la prueba de acceso a la universidad y los alumnos solo tendrán que hacer la mitad de exámenes que tienen ahora.
Es, sin duda, un importante cambio y está por ver cómo lo recibe la comunidad educativa y la Universidad, si esta considera suficiente el anuncio de unos criterios homogéneos para la corrección. En cuanto a la prueba de madurez constará de un dosier con documentos sobre un mismo tema, que el alumnado deberá analizar desde diferentes perspectivas. Se asemejará al modelo PISA y podría durar más de tres horas.