Si crees que la cultura de la gratitud en el trabajo es un mero acto de educación sin más, es posible que estés equivocado. Varios estudios recientes sobre los beneficios de la gratitud sugieren que, ser agradecido y demostrarlo en público, no solo es excelente para nuestra salud, el sueño y la reducción del estrés; sino que también es perfectamente válido para nuestro trabajo o en la escuela, lo que se traduce en una mayor satisfacción laboral, una mayor productividad, y equipos de trabajo más robustos.
Una posible explicación de estos beneficios es que la gratitud alimenta la llamada resiliencia, el “ingrediente secreto” del rendimiento a largo plazo. Y lo hace, porque cambia nuestro enfoque ante cualquier desafío al que nos estemos enfrentando en el momento (por ejemplo, la fecha límite para la entrega de un trabajo) y hacia lo que ya nos ayuda a tener éxito (por ejemplo, compañeros serviciales) de forma activa.
Es parte de la naturaleza humana enfocarse más en nuestras barreras que en nuestras habilidades.
Este caso es un sesgo que los psicólogos han denominado “la asimetría de vientos en contra” (o algo así). Al reenfocarnos en la gratitud, cambiamos nuestra actitud a una de mayor positividad, apertura al crecimiento y resolución creativa de problemas, todos ingredientes fundamentales en la resiliencia.
Si bien es posible que no pensemos tanto en ellos como en nuestros otros hábitos, todos tenemos hábitos emocionales. Tal vez sentirte ansioso sea tu norma habitual cuando vas al trabajo o la irritabilidad que surge en el momento en que ves que un compañero o profesor se dirige hacia tu mesa. Trata de adoptar un hábito de experimentar gratitud cada vez que vayas a trabajar.
Pero, ¿cómo se hace?
Mira, plantéate que, además de sentirte agradecido por los demás, puedes sentir gratitud por la oportunidad que tienes de ayudar a otros, de marcar la diferencia a través de tu trabajo.
También puedes sentirte agradecido por las habilidades que estás desarrollando en tu trabajo: tu crecimiento personal y profesional, por ejemplo.
La idea es que los hábitos que hacen que las personas se sientan apreciadas difieren de una persona a otra. Cada persona tiene un lenguaje preferido de apreciación. Ya sean palabras de afirmación, tiempo de calidad invertido, actos de servicio, obsequios tangibles o contacto físico, las personas quieren ser reconocidas y agradecidas de manera que sean significativas para ellas.