Cuando llega el verano, muchos padres se preguntan lo mismo: ¿debería mi hijo seguir estudiando durante las vacaciones? Es una pregunta que genera debate tanto en casa como en los centros educativos. Algunos defienden que el verano debe ser sagrado para el descanso, mientras otros ven una oportunidad perfecta para ponerse al día o avanzar materia.
En el Centro de Estudios Atenea llevamos años observando ambas posturas, y hemos comprobado que la respuesta no es universal. Cada niño es diferente, y lo que funciona para uno puede ser contraproducente para otro.
La realidad es que durante dos meses y medio sin tocar un libro, muchos estudiantes olvidan parte de lo aprendido. Es lo que algunos llaman "el efecto vacaciones". No es dramático, pero sí notable, especialmente en matemáticas y comprensión lectora.
Los profesores lo notan cada septiembre: los primeros días del curso se dedican a recordar conceptos que parecían bien afianzados en junio.
Sin embargo, esto no significa que todos los niños necesiten clases formales durante el verano. Un chaval que ha leído tres novelas por placer probablemente mantenga mejor su nivel de comprensión lectora que otro que ha pasado el verano solo con videojuegos.
Durante el curso escolar, un profesor debe atender a 25 o 30 alumnos a la vez. Es imposible dedicar el tiempo necesario a cada dificultad individual. El verano cambia completamente esta ecuación.
En grupos reducidos o clases individuales, podemos:
Sin exámenes a la vista ni notas que perseguir, el ambiente cambia completamente. Los estudiantes se muestran más dispuestos a preguntar, a reconocer que no entienden algo, a experimentar con nuevos enfoques.
María, madre de un alumno de 2º de ESO, nos contaba: "Mi hijo siempre había odiado las matemáticas. Después de tres semanas de refuerzo en julio, por primera vez le oí decir que las mates podían ser divertidas".
Para estudiantes que van a cambiar de etapa educativa, el verano ofrece tiempo perfecto para prepararse. El salto de 6º de primaria a 1º de ESO, o de 4º de ESO a bachillerato, puede resultar menos abrupto con una preparación gradual.
Los niños no son máquinas de aprender. Necesitan aburrirse, jugar sin objetivos pedagógicos, pasar tiempo con amigos, descubrir aficiones nuevas. Un verano completamente academizado puede generar rechazo hacia el estudio.
La clave está en el equilibrio. Dos horas de refuerzo tres días a la semana pueden ser perfectas. Cuatro horas diarias de lunes a viernes probablemente sean excesivas.
A veces, las dificultades académicas no vienen de falta de conocimiento, sino de otros problemas: ansiedad ante los exámenes, problemas de autoestima, dificultades de atención, o simplemente una mala relación con el profesor.
En estos casos, más matemáticas o más lengua no van a solucionar nada. Es mejor trabajar la raíz del problema, que puede requerir otro tipo de apoyo profesional.
Cuando un niño pasa tres o cuatro veranos consecutivos en clases de refuerzo, puede empezar a verse a sí mismo como "el que no vale para estudiar". Esta etiqueta, aunque no sea real, puede condicionar su rendimiento futuro.
Cada programa que diseñamos es único. Empezamos siempre por entender qué necesita realmente cada estudiante:
Las clases de refuerzo no tienen por qué ser aburridas. Utilizamos:
Los padres reciben información semanal sobre el progreso, no solo en conocimientos sino también en motivación y confianza. Creemos que la tranquilidad de la familia es parte del éxito del estudiante.
En los primeros cursos, nos centramos en afianzar la lectoescritura y el cálculo básico. Todo con mucho juego, muchas historias, mucha experimentación. A estas edades, que mantengan la curiosidad es más importante que adelantar temario.
Los adolescentes necesitan sobre todo aprender cómo estudiar. Técnicas de organización, métodos de memorización, estrategias para los exámenes. Y trabajar la autoestima académica, que a menudo está por los suelos.
Aquí ya hablamos de preparación específica: selectividad, asignaturas de modalidad, orientación universitaria. El enfoque es más técnico, pero siempre manteniendo un ambiente de apoyo.
Especialmente relevante este año, con los cambios en la selectividad de 2025 que han introducido un enfoque menos memorístico y más competencial. Los estudiantes necesitan desarrollar habilidades de análisis y síntesis que van más allá de la memorización tradicional. Para más información sobre estos cambios, pueden consultar el portal oficial del Ministerio de Educación.
No existe una respuesta única sobre si un estudiante debe hacer refuerzo en verano. Depende del niño, de la familia, de las circunstancias concretas de cada curso.
Lo que sí sabemos, después de años de experiencia, es que cuando la decisión es acertada y el enfoque es adecuado, el refuerzo estival puede marcar una diferencia importante. No solo en las notas del curso siguiente, sino en la confianza y la actitud hacia el aprendizaje.
En el Centro de Estudios Atenea creemos que cada estudiante merece la oportunidad de brillar. A veces esa oportunidad llega en septiembre, otras veces necesita prepararse durante julio y agosto.
Nuestra misión es acompañar a cada familia a tomar la decisión correcta y, si eligen el refuerzo, hacer que esa experiencia sea positiva y transformadora.
El verano debe seguir siendo verano: tiempo de descanso, de juego, de familia, de descubrimientos. Cuando el refuerzo académico se integra bien en esta ecuación, puede convertirse en una pieza más de un verano memorable y provechoso.